El texto clásico, la “obra maestra”
Cervantes, Shakespeare, Swift, Hernández, Moliere, Borges, García Márquez, Homero, Goethe, se consideran “autores clásicos”.Pero ¿Qué significa ser clásico?
Probablemente que perdura a través del tiempo, y su lectura conserva el interés de lectores de épocas posteriores. “Las lecturas hechas en la juventud pueden ser formativas en el sentido de que dan forma a la experiencia futura, proporcionando modelos, contenidos, términos de comparación, esquemas de clasificación, escalas de valores, paradigmas de belleza: cosas todas ellas que siguen actuando, aunque del libro leído en la juventud poco o nada se recuerde. Al releerlo en la edad madura, sucede que vuelven a encontrarse esas constantes que ahora forman parte de nuestros mecanismos internos y cuyo origen habíamos olvidado.
Un clásico se caracteriza por recrear problemáticas universales: amores prohibidos, celos, búsqueda del poder absoluto, venganza, etc. Además, no sólo enriquece el vocabulario y la literatura de su época, sino que trasciende y se transforma en futuras lecturas.
Los clásicos son libros que ejercen una influencia muy especial, ya sea cuando se imponen por inolvidables, o cuando se esconde en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual. Son textos que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos o inesperados o inéditos resultan al leerlos de verdad. Cuando un clásico funciona como tal establece una relación personal con quien lo lee. No se leen los clásicos por deber o por respeto sino solo por amor. Salvo en la escuela. Esta debe hacerte conocer bien, cierto número de clásicos entre los cuales podrás reconocer después tus clásicos. Debe darte un instrumento para efectuar la elección, pero las elecciones que cuentan son las que ocurren fuera o después de cualquier escuela.
La permanencia en el tiempo de determinadas obras suele tenerse habitualmente como prueba de su “valor” literario. Valorar una obra como “maestra” corresponde no sólo al público lector sino, además, a las instituciones del “saber literario”: La escuela o la universidad, la crítica y las disciplinas cuyo objeto de estudio y análisis es la literatura, y en los últimos tiempos, a la prensa y a los grandes medios de comunicación.
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